Después de dos años,
Jack Eshman regresó a
San José de Ocoa que
lucía verde, lleno de
vegetación, con sus sistemas de
distribución de agua que
aumentó de seis a 19
pueblos. Las
enfermedades y la
desnutrición disminuyeron
y se crearon empleos.
Pero lo mejor de todo fue
que la gente tendió la
mano a los pueblos
cercanos para compartir
con ellos los recursos y la
ayuda para construir
sistemas de irrigación y
administración de la tierra.